lunes, 2 de noviembre de 2015

¿Por qué nada me interesa? Entrevista a la psicoanalista Helena Trujillo

¿SE PUEDE VIVIR SIN PASIÓN?

Pregunta- ¿Se puede vivir sin pasión?
Helena Trujillo- Bueno, de hecho muchas personas viven sin pasión, sin implicarse en sus deseos. Muchas personas viven con la tendencia a reprimir el surgimiento de los deseos. Solemos escuchar con frecuencia “Yo lo que quiero es vivir tranquila”, “No me importa el sexo, sólo quiero que esté conmigo”.

Pregunta-¿Cuando hablamos de pasión o deseo, nos estamos refiriendo a la sexualidad?
Helena Trujillo – Es muy interesante tu pregunta, porque es fundamental entender que la sexualidad humana no es la genitalidad. La sexualidad humana tiene que ver con la palabra, con las relaciones con otras personas. Todas las relaciones intersubjetivas están pautadas por la sexualidad inconsciente de cada uno, por eso cuando digo que hay personas que viven sin pasión me refiero a que niegan o reprimen los deseos que las relaciones con otras personas le generan.

Pregunta- ¿Por qué reprimen los deseos hacia otras personas?
Helena Trujillo – Lo más fácil sería pensar que son deseos inconvenientes con personas no adecuadas, es decir, me siento atraída por la pareja de mi amiga y eso no puede ser, siendo atracción por un familiar y eso no puede ser. Pero no sólo es que reprimamos esos deseos inconscientes, sino que hay quien por no querer saber de sus deseos niega que su vida esté sostenida por algo más que la necesidad. Ocurre que las necesidades son lo más fácil de satisfacer, pero después aparecen los deseos, que es lo que nos lleva a desarrollarnos, abrirnos al mundo, diferenciarnos de los otros. Hay personas que no toleran la inquietud que les generan sus deseos, porque tenemos que saber que los deseos exigen un trabajo, una modificación de la realidad. No todos están dispuestos a reconocer sus deseos ni a hacer un trabajo por ellos.

Pregunta- ¿Cómo afecta esta negación de la pasión en la vida en pareja?
Helena Trujillo – Imagínate, si nos quedamos en el campo de lo necesario, si sólo hacemos lo necesario en la vida, en la vida en pareja, al final se acaba convirtiendo en un aburrimiento, como pasa en un alto porcentaje de parejas. La vida cotidiana se vuelve rutinaria, la gente no se comunica, lo ritualiza todo, lo hace obligación y, claro, el deseo no entiende de obligación. Es esa chispa que nos mantiene vivos, que nos sorprende y que no podemos controlar, como el arte. Bueno, todos podríamos ser artistas, pero eso cambiaría el mundo, como el hecho de gozar y no tener que enfermar haría que viviéramos mejor.

Pregunta- ¿Cómo se puede solucionar esta falta de pasión?
Helena Trujillo – Bueno, como decía, sólo es una represión, una negación, pero no es posible vivir sin deseos, la vida humana está sostenida sobre los deseos inconscientes, es el motor de la vida. Pero es cierto que hay mucha enfermedad causada por negarnos a esa humanidad que hay en nosotros. Cuando hay esa tendencia a silenciar los deseos, a no querer saber de ellos, aparecen los síntomas y estos comienzan siendo algo puntual, pero se acaban confundiendo con nuestra personalidad. No es aceptable que alguien se conforme con la enfemedad, la vida tiene otro sentido. Los síntomas pueden tratarse, el Psicoanálisis es una herramienta que permite leer estos procesos y transformar ese silencio. Recuerdo, no es posible vivir sin pasión porque al final acabamos inspirando compasión y eso es terrible.

Helena Trujillo es psicoanalista de la prestigiosa Escuela Grupo Cero, fundada en Madrid en 1981. Pueden consultarle en el teléfono 626 67 33 22. Les atenderá en su consulta en Madrid y en Málaga, aunque también presta servicios ONLINE.

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Para qué sirven los hombres

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS HOMBRES?
por Helena Trujillo, psicoanalista de Grupo Cero


¿Para qué sirven los hombres? ¿para qué me sirven si ya me han defraudado? Fría y distante, se pregunta con los ojos caídos de llorar.
En su tiempo usé a los hombres para amar, crear ilusiones, divertirme. Pasado un tiempo, dejados llevar por las costumbres, los rituales, la familia, nos fuimos convirtiendo en desconocidos, desilusionados con la llama apagada de todos los días, el hastío de las obligaciones que ritualizó el deseo. Rota aquella pasión, me pregunto para qué sirven, ahora que ya no creo en los sueños, ahora que el recuerdo me visita con su dolor.
Preguntarnos por ellos es preguntarse por las atribuciones que como mujeres hacemos al amor, al sexo. Con una educación afectiva-sexual insuficiente, llegamos al encuentro con el mundo ingenuas e indefensas, con pocas habilidades para afrontar la realidad y gestionar las relaciones. Pasamos con el enamoramiento a construir nuestras vidas en los pilares de la relación de pareja y familia, pero pasado un tiempo abandonamos aquello que nos permitía amar y vivir porque traicionamos nuestro propio deseo por permanecer fieles a un ideal de pareja.
Freud trabaja en el interesante texto La moral sexual y la nerviosidad moderna la problemática de la moral en la mujer donde para gozar necesita trasgredir lo que la sociedad misma le exige. Ellas han sido educadas en una sexualidad familiar, es decir, dirigida a la construcción de la familia monogámica y el respeto a ciertas costumbres que las encorsetan, pero no conocen su capacidad de goce y creación, se entregan al amor como objetos en lugar de producir su lugar como sujetos.
Lacan decía amar es dar lo que no se tiene a quien no es, pero el día a día nos muestra que la mayoría de las personas no sabe amar. Amamos el ideal del amor, la pareja perfecta, la media naranja, la idea de que el otro completa tu vida y ahí comienza el fin. Las personas no son lo que pensamos de ellas, nuestra relación de pareja no es como la imaginamos y eso muestra lo insatisfactorio de una vida cotidiana que gira en torno a una relación irreal con otra persona que no es quien yo creo.
El psicoanálisis nos enseña mucho del amor, porque las cosas no son lo que parecen, lo que aparece en nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestros afectos, no representan nuestros verdaderos deseos inconscientes. Deseamos deseos, no objetos, por eso cuando queremos amar a una única persona, desearla en exclusiva, mostramos un absoluto desconocimiento de aquello que nos hace humanos. Las personas necesitamos del amor para crecer, pero del amor entendido como aquella producción donde soy capaz de hacer algo por otro, donde no seré poseedor ni de la acción ni del resultado, pero en la acción y en el resultado habrá transformación, goce.
Por eso hablar de amor y hombres, goce y pareja, fidelidad y respeto, requiere muchas más palabras de las que somos capaces de pronunciar. Hombres y mujeres somos semejantes pero diferentes, ambos nos constituimos en el lenguaje y ambos tendremos que aprender a renunciar a aquello que creemos poseer. El otro no es ni podrá ser de tu propiedad y eso no te impide amarlo. Cuando queremos poseer a la otra persona, ser del otro, nos cosificamos, nos anulamos como sujetos del deseo, por eso estropeamos la relación. Amarse es entregarse a las palabras y las palabras no son de nadie, menos que menos del partenaire amoroso.
El rencor, la pérdida de ilusión en el amor, el apartamiento de la sexualidad genital que se muestra en muchas mujeres tras un fracaso de pareja, tiene explicación en esa atribución de que el otro te va a dar lo que te falta, como si pudiéramos ser completos. Nadie es de nadie. El amor se hace entre las personas, es una producción social. Una educación que permita a las mujeres conocerse sin denigrarse, amar sin entregarse, desear sin abandonar los pactos sociales, permitirá que hombres y mujeres construyan la posibilidad de espacios compartidos, conversaciones, encuentros de sujetos deseantes.
En lugar de preguntarse para qué sirve el otro, preguntémonos para qué estoy dispuesto a trabajar. El amor requiere de un trabajo continuo en la realidad, del respeto por la otra persona y por uno mismo, y la construcción de las relaciones sociales que sostengan ese amor porque, hay que saberlo, el amor no puede hacerse a solas.



Helena Trujillo Luque
Psicoanalista de Grupo Cero
C/Juan Álvarez Mendizábal, 1 - 6º 3 28008 Madrid
Teléfono: 91 55 96 436 
Móvil: 626 67 33 22
Skype: heltrujillo