Los celos constituyen un estado afectivo normal, todos hemos sentido alguna vez, aunque no lo recordemos. Todos fuimos niños, y es en la infancia desde donde partiremos en nuestra particular investigación sobre la envidia y los celos. Celos ante los hermanos, celos ante los compañeros de clase, celos cuando nuestra pareja mantiene algún tipo de relación con una persona del sexo opuesto...
Es inevitable, cuando faltan en el carácter o en la conducta de una persona, deducimos que han sometido a una enérgica represión y desempeñan, en la vida anímica inconsciente un papel tan importante como si se manifestaran. Ahora hallamos explicación de aquellas personas que se defienden de ellos con ímpetu, aduciendo que ellos nunca han sido celosos, cuando el Psicoanálisis nos dice que son un componente fundamental de la vida psíquica. La universalidad del fenómeno ha de hacernos reflexionar e incluirlos dentro de la constitución normal, regular del sujeto psíquico.
Podemos distinguir tres casos o grados de celos anormalmente intensos:
Celos normales
Celos proyectados
Celos delirantes
Sobre los celos normales podemos decir que se componen básicamente, de la tristeza y el dolor por el objeto amado que se cree perdido, de la ofensa narcisista que sentimos ante el hecho de que aquél al que amamos, desee ahora a otra persona. También se compone de sentimientos hostiles contra ese rival preferido, así como autocrítica, en tanto se quiere hacer al yo responsable de la pérdida amorosa, algo hemos hecho o dejado de hacer para que nuestra pareja haya dejado de querernos o desearnos.
Estos celos no son completamente racionales, es decir, nacidos de circunstancias actuales proporcionales a la situación real y dominados por el yo consciente. Demuestran tener profundas raíces en lo inconsciente, perpetuando impulsos de la afectividad infantil procedentes del complejo de Edipo o del complejo fraterno del período sexual.
En lo laboral, este tipo de celos, tiene su origen cuando dos personas que se llevan muy bien, una de ella es desplazada afectivamente por una nueva persona que ocupa su lugar con respecto al otro.
Esto puede llevar a la transformación del sentimiento amoroso en odioso, no solo hacia la persona generadora de los celos, sino también hacia el compañero con el cual le ligaba el afecto, ya que el amor y el odio, no dejan de ser la cara y cruz de la misma moneda. Este odio, lo que oculta es el gran amor que se le tenía a la persona. No nos ha de extrañar la aparición del rencor hacia el compañero querido, incluso puede desembocar en un sentimiento de venganza, cuya manifestación más frecuente, consiste en boicotear su trabajo o enturbiar sus relaciones con otros compañeros.
Los celos proyectados nacen tanto en el hombre como en la mujer, de las propias infidelidades del sujeto o del impulso a cometerlas, pero relegado, por la represión, a lo inconsciente. Aquellos que niegan experimentar tentaciones de infidelidad en el matrimonio, sienten tal presión, que suelen acudir a un mecanismo inconsciente para aliviarla, proyectando sus propios impulsos a la infidelidad sobre la persona a quien deben guardarla. Es decir, que se muestran muy moralistas, cuando son los que, en su realidad inconsciente, desean transgredir las reglas de la fidelidad matrimonial.
Las costumbres sociales han dado cierto margen al deseo de gustar de la mujer casada y al deseo de conquistar del hombre casado, esperando derivar así la inclinación a la infidelidad y hacerla inofensiva. En el tratamiento de los sujetos celosos ha de evitarse discutirles el material en el que se apoyan, sólo puede intentarse modificar su interpretación del mismo.
Este tipo de celos, invade y perturba muchas relaciones laborales. Por norma general, no es fácil observar a una persona reconocerse celoso hacia sus compañeros o figuras directivas. Existe un aspecto moral, ético, colindante con lo religioso que lleva a no aceptar la existencia de los celos y mucho menos la envidia.
Menos favorables resultan los celos delirantes, también estos nacen de tendencias infieles reprimidas, pero los objetos de la fantasía son de carácter homosexual. Sirven como tentativa de defensa contra un poderoso impulso homosexual. En los celos delirantes encontramos caracteres de los restantes tipos. El celoso paranoico, reconoce la infidelidad de su cónyuge en lugar de la suya propia, ampliando gigantescamente la infidelidad de su pareja, consigue mantener inconsciente la suya. Los celos del paranoico le sirven para rechazar su homosexualidad.
La primera situación celosa acontece en el Complejo de Edipo, cuando aparece el tercero, ya mi madre desea algo más allá de mí: un hombre, un trabajo, un poema, el mundo. Es decir no soy el único objeto del deseo de mi madre.
Amar es siempre un trabajo y no hay celos sin amor, pero se trata en los celos patológicos de un amor que se quiere construir sin aceptar las diferencias. El celoso reconoce la existencia de otro semejante con el que algo quiere, el envidioso quiere que el otro no tenga.
La libertad sexual ilimitada no procura mejores resultados que la prohibición. La necesidad erótica pierde valor psíquico en cuanto se hace fácil y cómoda la satisfacción. Para que la libido alcance un alto grado es necesario oponerle un obstáculo. La importancia psíquica de un impulso crece con su prohibición.
La plena satisfacción no es posible, en la naturaleza misma del instinto sexual existe algo desfavorable a ello.
LOS CELOS PUEDEN CONSTITUIR UN GRAVE PROBLEMA EN LAS PAREJAS, SI ESTE ES SU CASO CONSULTE A UN PROFESIONAL.
Helena Trujillo Luque
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